“Are you the same gentleman who rang the office a couple of week ago and left an email address?” / —Así es, soy “the same gentleman who rang the office and left the track of his hoof”.

Barcelona, 17 – 20 de noviembre de 1996

Kindly lead me to her, piercing wind:

Heme aquí en España otra vez, a la que retorné el viernes 4 de octubre.

Estuve esperando que me llamases la última vez que te hablé desde Plymouth, pendiente de tu promesa. Te interrumpí en mitad de una reunión de departamento, presumo, porque me dijiste que más tarde me llamarías. Te di el número del B and B, una precaución que no había tomado cuando nos despedimos en el King’s College, aunque llamé después y le dejé a Andrea el número de teléfono en el que paraba, en Kincorth (1). Pese a todo mi concurso personal, no conseguí restablecer la comunicación contigo, la lejanía ya era mucha y lo dos sabíamos dos cosas: tú, que yo no volvería a pasar por allí como no fuera por un buen motivo; yo, que tú no me llamarías a menos que ese motivo existiera y la llamada tuviera entonces alguna utilidad. Debía reanudar el vagabundeo. Todo verdadero camino se hace solo. Todo verdadero camino describe un círculo que guarda celosamente otro. Durante mucho tiempo hemos vivido convencidos de que se hacía de otra manera, de que se descubría caminando en línea recta. De Plymouth pasé a Southampton, donde doblé mi «cabo de Buena Esperanza», punto culminante en el folclore del regreso, cuando se superponen vejez súbita, tentativas de análisis, temor de no lograr volver y alegría por hacerlo. Inglaterra atrás y Escocia, más atrás, quedan envueltas en lo que se ha visto como las hojas de tabaco envuelven el cigarro puro.

Al volver a Barcelona me he encontrado, naturalmente, con la misma situación que el viaje a Gran Bretaña debía haber puesto remedio. Los que no tenían trabajo siguen sin tenerlo y a los que lo tienen no hay forma de sacudirlos para que lo suelten. Y los que podrían darlo, los empleadores, no lo dan porque son inversionistas, especuladores o rentistas; si lo dan, lo dan en condiciones de usura, las cuales allá conocéis muy bien, ya que tenéis a vuestros jóvenes trabajando por una libra la hora, según lo denunció lo que parecía una escisión del Scottish Labour Party, que voceaba su periódico Red Alert en la calle Argyle de Glasgow, y lo vi yo con mis propios ojos no más de tres libras en los job centres. Es una política de ataúd para los jóvenes, que envejecerán prematuramente, colados como inmundicia en la exprimidera de los «contratos-basura».

Continúo con la tesis y aprovecho esta carta para agradecerte una vez más que pensaras en mí e intercedieras, a fin de que escribiesen mi nombre en una lista de espera o cola cuya longitud ignoro (2). Sé que en la situación en que nos hallamos, el que consiga o no un puesto en la universidad no dependerá ya más de la palanca de un decano y la autorización de la oficina de personal sino de la tortuga del presupuesto. Por eso hasta había pensado en dar clases honoríficas, cobrando en honor y no en dinero, como le dije al doctor Calcraft en la Universidad de Exeter, con tal de probarle el sabor al certificado que acreditase mi paso por una universidad inglesa. España vive de la apariencia; poco importa tu valía, lo que importan son los resultados obtenidos con su propaganda. En Inverness no me tomaron porque no tenía experiencia. En España, el certificado la amplifica.

Mientras espero en España que se produzca ¿sola? la conjunción astral en el cielo de Gran Bretaña de la comprensión de lo que valgo y la necesidad que pueda haber de ello, sin atinar a realizar otro intento distinto de los recientes y casi sin poder intervenir en el proceso que hará que se produzca, te envío mi primera novela publicada, para que, entre otras ambiciosas victorias, se quede donde yo no pude quedarme. Verás que no es una novela común, y tampoco lo es el castellano en el que está escrita. La impresión de animosa rareza la produce el que esté escrita con el LÉXICO, que éste predomine sobre el VOCABULARIO. Como escribe Jaime Feijóo en el «Estudio introductorio» a las cartas de Schiller en las que expone su escrupulosa como todo lo fraguado en el XVIII teoría de la belleza (artística y moral), la obra trae a esta realidad la suya, la cual, enfundada, tiene que alterarla drásticamente. ¿Por qué? En esa realidad, el tiempo, nuestra principal concesión a la localidad de lo irreversible, no es lo que es, «está suprimido en el tiempo». De una identidad que, desde Kant, se ha empachado de la fuente de satisfacción divina, «enajenada» o «ausente» de la vida diaria, surge el «instante estético» que dice Feijóo. Una realidad semejante alcoholiza esta novela, que no hay que atribuir a mi participación, por lo menos exclusivamente, sino que se origina en el organismo de la lengua, lo que la vuelve desconocida a los ojos de los hablantes que ignoran que la lengua también es un scanner y se contentan con utilizarla para la comunicación. Es una novela gongorina, que yo sepa, la única en su género tras el hito que supuso La guerra gaucha de Leopoldo Lugones, jefe de filas del modernismo argentino. Y no solamente barroca, porque en ese caso habría que contar también la obra de Lezama Lima: Paradiso.

La utilización de ese paleozoico de la lengua que nadie usa, estratigráficamente apelmazado en el diccionario, no mi intervención, repito, suprime el sentido del tiempo ordinario en la conciencia del hablante, pero no se lo cambia por una «mera atemporalidad», no lo deja sin su lengua, sino que le muestra un horizonte más antiguo que siempre guiará al hablante hacia un «presente absoluto». También es una novela barroca, pero ‘gongorina’ significa varias cosas y suscita varios problemas. Significa radicalismo dentro del régimen psicológico y formal que fundó el Barroco (inquietud, malestar, invenciones mecánicas, movimiento perpetuo que respeta eje, pero no límites), acción directa, goma-2 para el cerebro.

El dualismo entre funciones (representativa y estética); teóricamente, dos formas DIFERENTES y POSIBLES dentro de una misma lengua, que no se molestarían, y el riesgo de atropellar ese dualismo. El problema de escribir, o sea, de actuar como si la avería racionalista que estableció el dualismo no siguiera amarrando a la tierra a los hablantes, como si no existiere.

Una barrera de prejuicios educativos separa la musicalidad de las frases y el banquete de los vocablos de la razón que prescribe: «Primero ver de qué está hecho y después probar a ver qué sabe».

El arte es como la pastelería: el paladar tiene la última palabra y no la boca, que habla en nombre de la mente.

Forma y color, y el concepto a su alrededor. Lealtad al veneno rico.

No te dispenso de las dificultades de lectura que habrás de vencer, si te decides a leerla hasta el final. Si para leer La Regenta usaste un diccionario, con ésta tendrás que usarlos todos. Pero si en lugar de dominar, procuras dejarte llevar, la transición de la lengua que has estudiado a la lengua que descubrirás se completará en el momento que alcances el «presente absoluto» del que hablábamos.

Si quieres, escríbeme en inglés, puesto que te será más cómodo.

Un saludo. Espero carta.

Notas

(1) Suburbio de Aberdeen.

(2) “When the roll is called up yonder, I’ll be there”, himno protestante; el crédulo puede saltar al estribo y viajar en la letra hasta el Juicio Final, que será cuando lo llamen.

University of Aberdeen
Department of Spanish
King’s College
Old Aberdeen, Scotland
_____

9th January 1997

Querido J***,

Muchas gracias por tu carta, que me encantó ¡cómo se nota que eres escritor! Siento mucho no haberte llamado. Acertaste, tuve reunión, y luego, no sé, como soy tan despistada… ¿Me puedes perdonar? Espero que sí. Muchísimas gracias también por la novela que amable que eres. Me hace un montón de ilusión leerla y en cuanto haya terminado te escribiré. Seguro que me encantará (1).

Me sabe mal que no te hayan ofrecido un puesto. Me pareces una persona súper indicada para la academia. Es complicado hoy en día no dan los puestos a los que más se lo merecen. Como has dicho, hay muchos factores que entran en… (no sé si esto es correcto, se dice enter into the equation en inglés). Estoy segura de que conseguirás un puesto, pero entiendo que debe ser duro mientras dure.

Me encantó lo que escribiste sobre los viajes, y los círculos. Me hizo pensar mucho. Y seguro que la novela también me provocará muchos pensamientos y seguro que me estimulará. Te escribiré dentro de poco (2).

Don’t lose hope!

Yours

Julia.

Añadido en el remite:

Siento no haber contestado antes, no estaba en Aberdeen. ¡Feliz año nuevo!

Fdo.: Julia Biggane
(En una etiqueta autoadhesiva)
LANGUAGES SECRETARIAT
UNIVERSITY OF ABERDEEN
A24, Taylor Building
OLD ABERDEEN
Scotland
AB9 2UB

Notas

(1) Nunca lo supe.

(2) Nueve años después.

Sant Pol de Mar, jueves 5 – martes 10 de agosto de 1999

Y en la tardecita
en nuestra plazuela
frente al King’s College
de Aberdeen la vieja
jugaré al licenciado,
y tú a la maestra,
y habrá dos highlanders
como en la boda aquella
que miré cuando me iba
con un adiós a esa hierba.

Luis de Góngora, Vida del muchacho (romancillo),
y yo metiéndome en lo que no me va, pero me viene,
como impecable intruso:

No recuerdo si habíamos quedado en que me escribirías otra carta después de leer, si no toda, parte de mi novela o si yo tenía que esperar a recibir esa carta para escribir, a mi vez, o es que tenía que escribir sin esperar, que es lo que siempre ocurre finalmente. Que no iba a venir carta inopinada, ni carta prometida, ni ninguna otra clase de carta dividida en principio, medio y fin, que en verano los únicos que vienen divididos en tres son los insectos que picándote te recuerdan con cabeza, tórax y abdomen.

Estamos pasando el verano de prestado en un piso de esta ciudad marítima con campana de aldea de la provincia de Barcelona, camino de Francia. Unos amigos músicos, ella catalana, él suizo (1), ella pianista, él saxofonista, se marcharon a Basilea a visitar a la familia de él y nos dejaron como caseros sui gérmenes (cayó un cuadro y rompió un peldaño de la escalera, se nos quemó el televisor y le hemos echado Fairy al lavaplatos). También hay una contraprestación humanitaria: las plantas que se clarean de hambre y que morirían si Stella Maris, mi mujer, no se las regara.

Ha pasado muchísimo tiempo desde que nos escribimos, yo para mandarte la novela, al calor del regreso, todavía reciente, y tú para informarme de que habías estado de vacaciones, fuera de Aberdeen, me parece, y con los jaleos y el revoloteo típicos de la juventud que le impiden escribir. También para aceptar de grado el ejemplar sin saber «de qué iba», como se dice vulgarmente, quizás antes de volverle la espalda por un rato, digamos hasta los cuarenta y nueve años.

La situación laboral, a la que la vida se limita no teniendo que resistir las invasiones y unirnos a ellas o salir a buscarnos el menú diario, monótono entre la trucha y la perca, que ensartaríamos en un palo, es la implícita, la que era para un licenciado que fue a Gran Bretaña con el doctorado a medias, volvió y aún no lo ha terminado.

A fines del año pasado di un curso en la Ramon Llull, una universidad privada, de una materia de la que me inventaron hasta el nombre y en la que tuve quince alumnos matriculados.

A lo largo de 1997 estuve enviando infatigablemente mi CV a tu país, sin parar mientes en la ciudad, en correo lujuriante, dos veces al King’s, con ningún resultado.

Durante el curso lectivo del noventa y ocho enseñé en una academia de escritores; la mayoría de los profesores habían desertado, y por necesidad, que me iba a beneficiar materialmente, más que por orgullo, que suele quedarte a deber moralmente, dicté cuatro materias en cinco grupos, algo puramente ilusorio como ponerse cinco cigarrillos en la boca y que no se te caiga ninguno. La profecía de cierre que pesaba sobre la academia se cumplió y actualmente los profesores que sobrevivimos estamos con abogado para cobrar lo que nos quedaron debiendo.

Mi actual condición de extraterrestre es la de profesor invitado, y con esta insonoridad de camino de grava en un cementerio de pueblo he ido un par de veces a un instituto (colegio secundario, high school) en Parets del Vallès, en la provincia de Barcelona, en donde enseña Juan Manuel Pereira, a quien llamamos Phantom 8000, uno de los miembros de la tertulia literaria a la que asisto los viernes. (Phantom 8000 es el nombre disonante que puso a un coche en un cuento suyo del volumen El baúl de Fernando Pessoa.) El 8000 me encarga que prepare un tema circunscrito dentro de otro mayor que él esté dando en ese momento; por ejemplo, la última vez, dentro de la novela realista tuve que disertar sobre el suicidio de Emma Bovary. Me pagaron 10.000 pesetas por llevarla viva o muerta. WANTED / DEAD OR ALIVE / A REWARD WILL BE PAID FOR INFORMATION ABOUT…

El problema de ser profesor invitado es que falla la regularidad. Puede llegar a ser un estado, o sea, puede petrificarse. Necesitaría hacer una maniobra de vuelta en redondo, equivalente a nacer de nuevo, la ciaboga con la vida que me quede.

Todos estos fracasos expansivos han servido para instruir el expediente y marear el verdadero propósito de esta carta. Ahora empiezo a moverme en terreno conocido, en el que se puede elegir la angustia que no es la prestada, la de los demás, la monótona, de la lucha por la vida. La carta hará las veces de embajadora de un ensayo de diario que llevé en tu país (2) y que pasé en el ordenador de mi hijo con el reparo prioritario de que la letra, debido a que estaba escrito con tinta, no se borrase. Ha sido displicentemente vapuleado en la tertulia, en la que hubiesen querido que fuera un poco más audaz, que el diario, como género que ha prevalecido, fuera el de Goebbels o el de Anna Frank o anduviera de coronilla de aventura en aventura, que se me viera como un Speke o un Burton, en una palabra, que hubiere podido ocurrírseme contar más mentiras, borrando con el codo la verdad, pero eso no es noble. Y no digo que lo siento por los que esperaban grandes empresas de mí cada mañana de las que iba a traer infestada la sonrisa cuando me viesen bajar del avión, porque no lo siento. Me basta con haber vivido todo lo que puse ahí. Quiero un horizonte limpio. Lo que no puse es tanto culpa mía como de la educación que utiliza la culpa como agente: las veces que me la casqué, quizá para conjurar el miedo.

Contrastando con la prosa artística de la novela, la prosa del diario es llana, elemental. Yo diría que más que llana conserva y defiende un plano de emoción sin énfasis, incluso en momentos estelares como los de la pág. 13 (19 agosto, anécdota del mendigo), págs. 21 y 22, 26 y 27 (los peruanos) y el inventario a lo Kerouac (vía Whitman también, antes de sus furores) de la pág. 43. No creo que estemos contemplando la partida de nacimiento de un estilo conciso adecuado a una emoción austera; más bien me parece que la emergencia en que me hallaba ayudó a una depuración momentánea. Mi sentimiento de la belleza está ramificado, hace metástasis, es el sentimiento de un enfermo y no creo que haya nada que lo pueda depurar.

Búscate, porque estás. Te debo una descripción física y la etopeya no es de Balzac, pero te dejo bien…, como alegría no es mucho. Incito a indagar tu renombre…

El 20 de marzo de 1997, le escribí a Derek Harris, tu director de departamento, y dentro del sobre fueron dos extensos trabajos míos (3), uno sobre Cernuda y el otro sobre la techumbre metafórica tocada por Lorca en Poeta en Nueva York o el telón que bajó sobre el discurso poético.

Este último aviva una gravedad que rebasa el tema, pues ventilaba las excomuniones de Breton y daba una escobada a la situación del surrealismo, que constituyó un malentendido en España.

El de Cernuda, sobre todo, no hacía noche en tierra de nadie. Harris, como sabrás, preparó con Lluís Maristany el ladrillo cierto de la prosa crítica que publicó Barral Editores y que, callada verdad, tendría que estar en el cementerio con el poeta. (Estaba en la facultad a comienzos del verano del noventa y dos, entre el público del congreso de literatura hispanoamericana [4], cuando llegó la noticia de que a Maristany lo había atropellado un coche.)

Esos trabajos, escritos con una pasión para nada fanática y un fanatismo formal que pensé que no pasaría inadvertido, se los envié con una carta en la que hacía desbordar mi corazón. En ella también te mencionaba. Ni unas líneas de agradecimiento, ni un burocrático acuse de recibo, ni un pedacito de escándalo que viniera tan a pelo, para alguien que sueña con la teatralidad, por ejemplo, de las esquelas que daban comienzo o ponían fin a una liaison amorosa en los siglos XVIII y XIX. Observo que una vez más el procedimiento, al que habría que hacerle la autopsia a ver si lo mató la experiencia, de tratar de acercarme a un desconocido para RE-CONOCERLO, presintiendo que nos conocemos, bajo la luz favorable de una mentira común a ambos, documenta un gesto baldío. ¿Deberé pensar que tu director, como viene escrito en las revistas para frenar a los pedigüeños, «no mantiene correspondencia sobre originales no solicitados»? Dile que no soy un pedigüeño corriente. Que soy pedigüeño a secas (a joke).

Me despido hasta tu contestación. Sé que cumples como una señorita. Debes haber sido buena de niña tú.

En la víspera del eclipse total
que tiene a todo el mundo ocupado en su ignorancia
o a la ignorancia del mundo oportunamente ocupada, 

Grizzly Groan
o la Dinamo
(sobrenombre que tengo en la tertulia,
surgido de la observación
y que me dieron los demás)

Notas

(1) Ruth Lluís y Daniel Chmelik.

(2) Incluido en este cuaderno de bitácora en la categoría MISCELÁNEA.

(3) Ambos, Los temas pictóricos y musicales en La realidad y el deseo de Luis Cernuda y Muela sin nervio / España y el surrealismo, en ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA Y SUPERMERCADO DE CRÍTICA LITERARIA.

(4) Allí estaba Mauricio Wacquez, con su traje blanco de hacendado, y vi a Abel Posse que se había quedado náufrago solo mirando en medio de un salón porque un nimbo de periodistas rodeó, coronó y secuestró a Vargas Llosa, que adornaba la iglesia más que él. Anna Caballé, una profesora del claustro de Letras, también se llevó en gris vigoroso (cosa que debía esperarse del cuadro) a Adolfo Bioy Casares, la momia importada que nos da lecciones de pintura sobre porcelana, impidiendo a mis amigos de El Ojo de la Aguja, la revista de la facultad, mindundis en camisa y candil (de su ignorancia), que lo entrevistasen.

PARA: Julia Biggane
ASUNTO: ¡Resurrección! Hola, Julia, soy el que se llamaba Jorge…
FECHA: martes 25 de abril de 2006  21.32 || jueves 15 de junio (reenvío)  23.03

…cuando me conociste, pero ya no se llama; estoy en trámites para dejar de llamarme como no decidieron mis padres y pasar a travestirme con los nuevos nombres de Saxon Alasdair, siguiendo con la fe que me encamina hacia mis remotas raíces escocesas. No hay grados de santidad en esta fe secularizada sino un estado mental compartido. Todos los años, para agosto, acudo a desfilar con mi hijo a Nethybridge, una población cerca de Grantown-on-Spey; gracias a este subterfugio, vuelvo sin retroceder, muero un poco más a la nacionalidad insubstancial para permanecer en los intercambios grupales de los Grant, para aquerenciarme en la identidad del clan, permanecer en su respiración.

Fíjate en el mapa dónde está Nethybridge.

Si tuvieres Acrobat Reader, te podría enviar las fotos que hicimos en agosto pasado, cuando llegaron a la zona Grants de todas partes (Canadá, Estados Unidos, Sudáfrica…) y reencontraron el hogar inmaterial mitigado en las ruinas del castillo de Urquhart o junto al río Spey. Allí se me ve, con los confalonieros (standard bearers) del Canadá y del chief, vestido con el tartán tradicional, la sporran (escarcela) y la daga en la media (sgian dubh).

Ha pasado casi una década desde que nos vimos por primera vez tan sólo una tarde y en aquel despachito del King’s College del Viejo Aberdeen. Hubo una alusión irónica motivada por la expresión “still life” en un cartel de la pared, a mi derecha. Te dejo que lo recuerdes. Era el 23 de agosto de 1996. De todo esto queda constancia en un diario que llevé, de prosa brusca, y que espero mandarte, si lo deseas.

Todo este tiempo no estuve inactivo. Finalicé la tesis, la defendí públicamente el viernes 16 de diciembre del año pasado y obtuve la calificación de cum laude.

Cuando dejé Aberdeen, recuerdo que el jefe de estudios se encontraba de vacaciones y me dijiste algo así como que le comentarías mi caso a su regreso. La verdad, Julia, lamentaba y me dolía dejar Aberdeen con ese buen concepto que parecía haber sembrado en tu ánimo; además, por lo bien que me habías atendido se había conformado un margen de expectativa que tenía su fundamento.

De Aberdeen pasé a Inverness y entre Inverness y Glasgow, y antes de continuar con la peregrinación descendente hacia Inglaterra, te fui llamando desde diversas cabinas telefónicas, dispuesto a alterar los planes si me decías: «Aquí hay algo para ti, vente rápido». De todos los sitios en los que he estado, Inverness y Weymouth son las ciudades en las que me quedaría a vivir si pudiere, y de todas las universidades y colegios secundarios, no te quepa duda que el King’s College constituye la manera de ser y pensar implícitamente en una universidad si es que uno no sabe qué es una universidad y no encuentra a nadie que se lo explique.

No me olvidé de ti todo este tiempo, créeme, sólo que estuve absorbido por la redacción y composición y, más tarde, liado con la recomposición de la tesis, como te dije, y prácticamente no viví. Tú bien sabes de lo que te hablo, pues pasaste por lo mismo cuando estabas redactando tu tesis sobre La Regenta. Se vuelve uno invisible para la gente en medio de una abstracción meditativa estudiando el modo como se integran las afirmaciones, las suposiciones y las conclusiones en un todo, o bien, es lanzado a pesquisas interminables. Mi caso se vio agravado por el fallecimiento del primer director que tuve. Fue un período semejante a un interregno (noviembre de 2004) en el cual, te confieso, atravesé brevemente una situación académico-vital de caída libre. Por fortuna, una discípula del director fallecido tomó a su cargo la dirección, aunque con resultados que nunca terminaban de dejarla conforme. El año 2005 se fue prácticamente en «cultivar» precisiones que no hacían crecer nada nuevo en la tesis y en correcciones de rumbo.

Esa etapa quedó atrás y ahora tengo dos carreras: soy licenciado en Filología Hispánica y doctor en Historia del Arte (por si interesa destacarlo, la tesis trata de cine, literatura y pintura). Con un entusiasmo renovado y el mismo o parecido margen para la expectativa, te escribo y aprovecho esta ocasión para actualizarte mi currículo. ¿Crees que se podría hacer algo por mí en el King’s College? ¿Habrá un rinconcito? ¿A ti qué te parece? Por mínima que fuere la probabilidad, lanzaría de inmediato la piragua al rompiente como hacen los nativos. Piensa en la escena final de Papillon con Steve McQueen. Me muero de ganas de radicarme en Escocia y no sé cómo.

Me costó cierto trabajo localizarte en la red. Espero que consultes esta dirección. Conozco a profesores aquí con la dirección <ub.edu>, el email de la Universidad de Barcelona, que jamás entran en su dirección, y como es de la facultad y la dirección no caduca, no se la eliminan, que es lo que hacen los servidores cuando detectan que una dirección de correo electrónico no registra movimiento, es cadáver, dejan que se transforme en un cementerio de SPAM bienaventurado para toda la vida.

Te mando por archivo adjunto el currículo y cruzo los dedos para que no pases por delante.

SAXON A.DAIR

ASUNTO: Otro intento, Julia.
FECHA: jueves 15 de junio  15.16

Te escribí un largo mensaje el 25 de abril conteniendo la energía condensada de la reaparición. Durante diez años no habías tenido noticias mías y era de fórmula ponerte al día en lo que había estado haciendo en España todo ese tiempo. Te contaba que no pude quedarme a residir en tu país, no lo logré, en primer término, porque el cernido de datos para la tesis doctoral me tenía la mente «bifurcada». Tenía que buscar los datos aquí y no la podía escribir allá.

Luego el tiempo invertido en la redacción me robó el camino.

Rastreé tu dirección de correo electrónico en la red de universidades y en seguida te escribí.

Silencio.

Ignoro si esa dirección la frecuentas, si te bajas correo, como comúnmente se dice. Llamé a la administración del King’s College y me confirmaron que la dirección la tenía bien, ésa era efectivamente. ¿Pero de qué sirve tener una dirección y escribir si no te contestan? Es como llamar a la puerta de una casa deshabitada.

No me di por vencido, no me rendí, y llamé por teléfono a tu departamento. Insistí varias veces, distintas horas. La telefonista me decía que no estabas en tu despacho. Un par de veces me atendió una colega tuya que no entendió bien lo que le decía. Le pregunté si le podía hablar en castellano, pero comprendí que estaba ante una empresa tan grandiosa como mantener en un puño el Reino de Jerusalén que llegaba hasta el Jordán, surgido de la primera cruzada, tras la muerte de todos los Balduinos. No he tenido a donde replegarme, Julia, y por eso te vuelvo a escribir, vuelvo al medio inicial.

Intentaré en el 571294, el número que me diste una vez como el de tu casa. ¿Sigues viviendo ahí?

Re: Otro intento, Julia.
FECHA: jueves, 15 de junio de 2006  13:35:07

Dear Saxon,

I am sorry you must forgive me obviously we must know each other, but I have forgotten how! My apologies. Are you the same gentleman who rang the office a couple of week ago and left an email address? I sent a message and it was returned to me I must have have had the address wrong.

I should add that this is the first email I have received from you. Please forgive my forgetfulness about the circumstances of our aquaintance no discourtesy intended.

I no longer live that the address to which that telephone number corresponds.

best wishes

Julia

JULIA BIGGANE
Lecturer in Hispanic Studies,
Undergraduate Programme Co-ordinator,
School of Language & Literature,
University of Aberdeen,
Taylor Building,
Old Aberdeen
AB24 5BL

ASUNTO: reenvío del primer mail
FECHA: jueves 15 de junio  23.03

Así es, soy “the same gentleman who rang the office and left the track of his hoof”.

Re: reenvío del primer mail
FECHA: lunes, 19 de junio de 2006  11:00:16

Dear Saxon, many thanks for your message, and for forwarding your original message. I had not seen it, so I am wondering whether one of my mail filters perhaps diverted it to another inbox please accept my apologies. Of course i remember meeting you now in 1996 please forgive my terrible memory.

And please forgive the discourtesy of my replying in English! All job-related correspondence needs to be filed, and to be accessible to colleagues who may not speak Spanish I hope you understand.

Thank you very much for letting me see your distinguished cv, and many many congratulations on your doctorate wonderful news!

At the moment, we do not have any suitable vacancies here, I am sorry to say. But I will of course retain your cv. If something arises that i think might interest you, I will, of course, be in contact again. (1)

Un saludo muy cordial,

Julia.

_____
(1) ¡Ja, ja, ja!

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